Vieja y nueva política

El deseo de transformación de la política está en buena medida relacionado con la renovación de nuestros dirigentes y, de algún modo, también con su rejuvenecimiento. Ahora bien, ¿significa esto que lo nuevo es necesariamente mejor que lo viejo, los jóvenes más renovadores que los adultos y más de fiar quien no tiene experiencia política que los de larga trayectoria?

Tengo la impresión de que lo nuevo está sobrevalorado en la política actual. Será que la duración de la crisis incrementa nuestra desafección hacia lo ya conocido y a preferir cualquier cosa con tal de que sea desconocida, o que la lógica de la moda —que hace caducar a las cosas y nos incita a sobrevalorar lo nuevo— se ha extendido invasoramente hacia todos los campos, el de la política incluido, lo cierto es que también la política se ha convertido en un carrusel en el que el valor principal es la novedad y la peor condena consiste en ser percibido como antiguo. El calificativo de nuevo o viejo se ha convertido en el argumento político fundamental. En unas épocas se trataba del combate enfático entre revolucionarios e integristas, luego suavizado con el que libraban progresistas y conservadores, después vino el suave desprecio que se procesaban los modernos y los clásicos, ahora transformado, de manera genérica y un tanto banal, entre lo viejo y lo nuevo.

EL PAÍS. Jueves 3 de diciembre de 2015

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Author: maite